En los países asiáticos, principalmente en China y en Japón, se cultiva el té verde desde hace siglos. Este resistente arbusto trepa hasta una altura de 10 a 15 metros, aunque en los cultivos, para su mejor tratamiento, se mantiene a una altura de aproximadamente un metro. En su lugar de origen el té verde es muy estimado por su contenido en sustancias activas y ocupa un lugar muy importante entre la población como bebida, estimulante y como remedio.
Según la tradición el té verde sirve para conseguir la armonía interior, ayuda a superar cargas físicas y psíquicas y fortalece la resistencia propia del cuerpo. También son muy apreciadas sus propiedades tonificantes, por ejemplo la teína se libera de forma rápida. Los efectos excitantes aparecen inmediatamente después de su ingestión y se mantienen durante un tiempo sin producir nerviosismo.
Las investigaciones realizadas han demostrado que las principales sustancias activas de esta planta de té son los polifenoles. Son componentes que entre otras cosas reducen la formación y los efectos de los radicales libres y de este modo estimulan los mecanismos de defensa propios del cuerpo, de forma similar a como lo hacen la vitamina E y la C.
Con el té verde se consigue una infusión muy transparente y clara, de sabor amargo. Este sabor proviene de la alta proporción de sustancias activas. El té puede tomarse regularmente como té casero.